viernes, 21 de noviembre de 2008

El trabajo

Cuando descubrí que hay mucha gente que prefiere caer enferma antes que ir al trabajo (esa actividad alrededor de la cual se desarrolla la mitad de tu vida y que te permite obtener el dinero con el cual llevar a cabo la otra mitad) me di cuenta de que estamos haciendo algo muy mal como sociedad.

martes, 21 de octubre de 2008

Paranoia

Decía Benjamin Franklin en una de sus frases más famosas, que cuando un pueblo arriesga su libertad en favor de su propia seguridad, no merece tener ni la una ni la otra. En contra de los consejos del genio, lo cierto es que en este pavoroso mundo moderno los que pueden (o podemos) tendemos irremediablemente, impulsados por cobardía o instinto de conservación, a encerrarnos en una gigantesca burbuja de falsa seguridad. Las naciones se convierten en enormes habitaciones del pánico donde simplemente por cruzar su frontera, podemos sentirnos totalmente a salvo o, por contra, dispuestos a afrontar cualquier peligro.
Esta seguridad llevada a la paranoia, no es sino una extensión de la excesiva comodidad que padece el primer mundo. Todo lo que nos importa está en manos ajenas y estas a su vez, han delegado en la tecnología. Una máquina, un chip, un botón, un código… son ahora conceptos más cercanos a la hora de conformar nuestra identidad, que el color de ojos, el tono de piel, la forma de hablar o la propia alma.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Hay raras ocasiones...

...En las que al acabar la jornada laboral me siento pleno, satisfecho, incluso ligeramente orgulloso por tener un oficio y pertenecer a una empresa.
Por fortuna cuando suena el despertador a las 7:54 de la mañana siguiente entro en razón y vuelvo a cagarme en mi trabajo, en mi empresa, en el capitalismo y en la puta que los parió a todos.

miércoles, 25 de junio de 2008

Esos malditos snobs

Hay un problema en el modo en que mucha gente habla sobre cómics: es muy duro hablar de ellos como cómics. Un error común en el modo en que son tratados por los críticos culturales es invocar “el género del cómic”. Tal como los autores y sus admiradores de toda la vida están cansados de explicar, los cómics no son un género; son un medio. Westerns, novela romántica decimonónica, cine negro: esos son géneros. Tipos de relatos con categorías específicas de temas y convenciones en su contenido y en su presentación (las historias sobre superhéroes también son un género). Narrativa en prosa, escultura, video: eso, igual que los cómics, son medios. Formas de expresión que tienen pocas reglas o ninguna respecto a su contenido, más que las más inequívocas impuestas por su propia forma.

Sin embargo, hay una razón para cometer ese error. Hasta hace unos veinte años, el modo en que casi todo el mundo veía al medio estaba íntimamente unido a un puñado de géneros. Eso es lo que hacía dinero para las grandes compañías de cómics-pulp: superhéroes, en su mayoría, pero a veces cómics de horror, románticos, de ciencia-ficción o de crímenes, cada cual con sus códigos familiares y sus fórmulas.

(…) Otro error común es afirmar que los cómics intelectuales, de algún modo, no son realmente cómics sino algo diferente (preferentemente con un nombre más lujoso). Diferentes no sólo en la raza sino también en la especie de sus homónimos de la cultura de masas. Hay cierta conciencia de clase con la nariz-en-alto inherente en este argumento; es evidente, por ejemplo, en una reseña de Gloria Emerson en el número de The Nation del 16 de junio de 2003, “Nunca he tenido el hábito de leer cómics”, escribía, “así que, al principio, estaba ligeramente sorprendida por Persépolis, de Marjane Satrapi. Pero es una artista de tanto talento y sus dibujos en blanco y negro son tan cautivadores, que parece erróneo llamar cómic a sus memorias. Más bien es una ‘memoria gráfica’ en la tradición de Maus, la brillante historia sobre el Holocausto de Art Spiegelman”. Si no ves qué hay de erróneo en el pasaje, imagínate comenzando: “Nunca he tenido el hábito de ver películas…”, y terminando con la afirmación de que, digamos, Syriana no es realmente una película sino una “narrativa cinemática” en la tradición de Salvar al soldado Ryan.

La confusión género/medio es un error de ignorancia, mientras que la táctica si-es-profundo-en-realidad-no-es-cómic se trata simplemente de un caso de esnobismo (en el sentido de querer establecer una distinción entre el gusto de uno y el gusto de la masa). Pero el mayor error arraigado en el lenguaje para escribir sobre cómics es tratarlos particularmente como si fueran extraños, o fallidos, ejemplos de otros medios. Los buenos cómics son descritos a veces como “cinemáticos” (si tienen algún tipo de amplio scope visual o imitan un tipo conocido de película) o “novelísticos” (si contienen detalles comentados agudamente, o simplemente lleva un buen rato leerlos). Esas pueden ser palabras descriptivas cuando se aplican a los comics. Es casi un insulto, sin embargo, usarlas como cumplidos. Usarlas como elogio implica que los cómics aspiran como forma (más o menos sin éxito) a ser películas o novelas.

miércoles, 4 de junio de 2008

Los profesionales

Cuando era un niño me fascinaba el concepto de profesionalidad (como una película de Michael Mann). Siempre admiré y envidié a aquellas personas que capaces de realizar tareas realmente complejas y que no están al alcance de todos. Ya sea crear aparatos electrónicos, dirigir una multinacional, mediar en asuntos diplomáticos internacionales, diseñar marcas o crear grandes obras de arte, todas esas cosas formaban parte del imaginario de un mundo adulto que se suponía sabía mucho mejor cómo funcionaba todo. Y ahora que he crecido, que mi escasa formación y periplo vital me han concedido una visión un poquito más aguda del mundo que me rodea, no puedo menos que preguntarme:

¿Dónde mierda se han metido todas esas personas?

jueves, 29 de mayo de 2008

Es una interesante paradoja

que cuando dos políticos se acusan mutuamente de mentir ambos estén diciendo la verdad…

miércoles, 23 de abril de 2008

Este blog sigue inactivo

( Por lo tanto, todo lo que acaban de leer es producto de su imaginación. Nada es real. Todo está en sus cabezas. Por favor, tómense la pastilla azul, cierren los ojos y en breves momentos volverán a encontrarse en la tranquilidad de su habitación.)

jueves, 10 de abril de 2008

El Kitch siempre es involuntario

Verdaderamente tiene algo de enigma ese proceso de reapropiación irónica que lleva a la fagocitación lúdica de la cultura basura. Aunque, desde luego, está directamente relacionado con la mirada posmoderna -que, entre otras cosas, recicla contribuciones marginales a la alta cultura y formula relecturas distintas de obras tradicionalmente pertenecientes a ésta- se me ocurren varias cosas más.

En primer lugar, es un acto que arranca de cierta posición de jerarquía: quien se pone a Sandro después de guardar cuidadosamente el vinilo de, pongamos, los Pixies, lo hace con una mezcla de condescendencia y placidez, porque él es capaz de elevarse por encima del vulgo y disfrutar irónicamente de esos desechos de la cultura popular. Hay, pues, cierta soberbia en su gesto. Y esto, claro, tiene que ver con el hecho de la descontextualización, en la medida en que se trata de obras concebidas SERIAMENTE, y dirigidas a un público concreto, que las disfruta literalmente. De hecho, cuando el freak se disfraza de freak -cuando el irónico se disfraza de Sandro- el asunto no funciona.

El Kitsch es siempre involuntario. Verdaderamente, si hay que relacionar este fenómeno con algo es con el declive de la Alta Cultura, o Cultura Culta, que aunque sigue cultivándose por parte de las élites -sí, hay quien lee 'La Montaña Mágica'- ha perdido su aura, o capacidad de generación de estatus; al menos, en nuestro lamentable país, donde el lector es un sabihondo, etcétera. Porque -sigo- la reapropiación irónica de la cultura basura es también una forma de quitarse de encima el muerto de la Profundidad: su disfrute es superficial, se agota en el acto mismo de la 'rareza', en la carcajada colectiva donde unos se reconocen a otros como más sagaces, más despegados de convenciones obsoletas, más cool. Quiero decir que hay una forma de disfrute delirante de lo kitsch que es divertida y puede enriquecer al gran arte con nuevos códigos, etc., pero también que esta mirada, si se queda en eso, es anodina y tediosa, porque sólo se alimenta de una extraña forma de autofagia que no conduce a ningún sitio.
Sandro es un personaje, claro, pero ¿y qué? ¿No tiene un límite el interés que presenta la Cultura Basura? Posmodernidad es Borges y posmodernidad es el mejor Tarantino, pero no bailar el Pachi Pachi sólo porque visto a Don Francisco desde una perspectiva distinta a la suya propia -y fuera de la cual no tiene ningún valor, a diferencia de, pongamos, Shakespeare- resulta divertido. Esto también tendría que ver con la hinchazón del humor, como forma abusiva de comunicación contemporánea, pero ya me he extendido demasiado. Y, precisamente, me estoy poniendo demasiado serio.

martes, 15 de enero de 2008

Mira mamá, soy tan especial

Cada vez tengo más claro que los gustos minoritarios y los ghettos culturales no son más que un intento de sentirse diferente, especial, único; quizás mejor que los demás, puede que simplemente en un plano distinto, pero siempre lo más lejos posible de lo que solemos considerar “normal”. Solo así se explica que incluso los que más se quejan de su condición (qué mierda, especialmente ellos) sean los primeros en rasgarse las vestiduras cuando aquello que les distingue se hace popular y escapa a su control.

jueves, 10 de enero de 2008

Textos celebres de ayer y hoy

“Ahora es cuando debería decirle a Paige Marshall lo que pienso realmente. Quiero decir que estoy cansado de ser siempre el malo solo porque soy un hombre. O sea, ¿cuántas veces puede decirte todo el mundo que eres el enemigo opresor y lleno de prejuicios antes de que tires la toalla y te conviertas en el enemigo? O sea, un cerdo machista no nace, sino que se hace, y cada vez más a menudo son las mujeres quienes los hacen. Al cabo de bastante tiempo, uno pasa de todo y acepta el hecho de que es un idiota sexista, intolerante, insensible, ordinario y cretino. Las mujeres tienen razón. Tú estás equivocado. Te acostumbras a la idea. Eres todo lo malo que esperan. Aunque el zapato no encaje, tú te amoldas a él. O sea, en un mundo sin Dios, ¿acaso son las madres el nuevo dios? ¿El último bastión sagrado e inexpugnable? ¿No es la maternidad el último milagro mágico y perfecto? Pero un milagro que es imposible para los hombres. Y tal vez los hombres digan que están encantados de no poder dar a luz, con todo ese dolor y esa sangre, pero no es más que una reacción avinagrada.
Está claro, los hombres no pueden hacer nada así de increible ni de lejos. La fuerza del torso, el pensamiento abstracto, los falos: todas las ventajas que parecen tener los hombres son simples formulismos. No se puede clavar un clavo con el falo. Las mujeres ya nacen con mucha ventaja a nivel de capacidades. El día que los hombres puedan dar a luz, entonces podremos empezar a hablar de igualdad de derechos.

[…] Las mujeres […] tienen más poder cuando están oprimidas. Necesitan que los hombres sean la inmensa conspiración enemiga. Toda su identidad se basa en ello”

Asfixia, Chuck Palahniuk