martes, 21 de octubre de 2008

Paranoia

Decía Benjamin Franklin en una de sus frases más famosas, que cuando un pueblo arriesga su libertad en favor de su propia seguridad, no merece tener ni la una ni la otra. En contra de los consejos del genio, lo cierto es que en este pavoroso mundo moderno los que pueden (o podemos) tendemos irremediablemente, impulsados por cobardía o instinto de conservación, a encerrarnos en una gigantesca burbuja de falsa seguridad. Las naciones se convierten en enormes habitaciones del pánico donde simplemente por cruzar su frontera, podemos sentirnos totalmente a salvo o, por contra, dispuestos a afrontar cualquier peligro.
Esta seguridad llevada a la paranoia, no es sino una extensión de la excesiva comodidad que padece el primer mundo. Todo lo que nos importa está en manos ajenas y estas a su vez, han delegado en la tecnología. Una máquina, un chip, un botón, un código… son ahora conceptos más cercanos a la hora de conformar nuestra identidad, que el color de ojos, el tono de piel, la forma de hablar o la propia alma.