
No obstante, sería hermoso. Apoteósico. Poético incluso. Porque después de tanta sonrisa falsa, tantos niños besados, tantos mítines populistas, tantas soflamas demagógicas, por fin demostrarían que son humanos. Con todo lo que conlleva. La irracionalidad. La ira. La violencia. Que cayeran las máscaras y salieran a relucir sus más bajos instintos, enfrentandose con sus puñitos inmaculados en vez de matarse de aburrimiento a base de discursos. Como debe ser. Como debió ser siempre. Defender sus posturas a combo limpio, sin escudarse en tecnicismos, sin recurrir a lacayos, sin acuerdos pagados con maletines. O tu o yo. O mis ideas o las tuyas. Hasta que uno bese la lona. Y aquí no hay centro que valga. Eso sí que sería política.